Un “gol fantasma”, un fuera de juego dudoso o la expulsión de un jugador considerada por muchos como excesivamente rigurosa. El fútbol es un deporte diferente al resto porque allí el margen de interpretación de los colegiados es bastante más amplio del que éstos tienen en otras disciplinas deportivas. Y quizás es eso lo que le ayude a ocupar más titulares y tiempo de conversación entre sus aficionados, que no dudarán en expresar su punto de vista sobre estas situaciones un tanto confusas. En el último caso de los citados, el relativo a la amonestación de algún jugador, el margen para la polémica era hasta hace unos años incluso mayor, ya que no existía método alguno de hacer visible la decisión del colegiado, algo que solía añadir desconcierto en muchos encuentros. Hasta que una detención ante un semáforo en Kensington cambió para siempre el destino del fútbol.
Siempre en los encuentros de fútbol los árbitros amonestaban verbalmente a los jugadores, apercibiéndolos cuando sus acciones habían sido demasiado bruscas y expulsándolos cuando las valoraban como excesivamente violentas. Dado que en sus inicios el fútbol era un deporte donde los campeonatos eran básicamente locales esto no suponía un gran problema, ya que el árbitro sólo debía dirigirse a los jugadores para darles a conocer su decisión. Sin embargo, el cada vez mayor número de competiciones internacionales tanto de clubes como de selecciones, así como la mayor afluencia de público generó problemas inexistentes hasta la época.
Por ejemplo, se cuenta la anécdota de un encuentro entre Argentina e Inglaterra en el mundial del 66 en el cual los hermanos Charlton supieron por las crónicas deportivas del día siguiente que habían sido amonestados. Y peor aún fue la situación en ese partido con el jugador de la albiceleste Antonio Rattín, el cual tardó varios minutos en comprender que estaba siendo expulsado por el árbitro alemán encargado de dirigir el encuentro.
Si salvo que sobre el terreno de juego el árbitro fuera políglota la situación para los jugadores era en ocasión de total confusión, mucho peor era para los aficionados en las gradas, que desconocían qué jugadas eran merecedoras de sanción por parte del colegiado en ese momento. Era necesario encontrar una solución y hacerlo de un modo que pasara a ser comprensible para todos.
Keneth Aston, un antiguo colegiado británico y entonces miembro de la Comisión Mundial de Árbitros, estaba pensando en alternativas satisfactorias para todos estos problemas. Durante su carrera como árbitro había padecido las mismas incidencias, y quería encontrar la forma de acabar con ellas. Y la idea vino de la forma menos esperada. Según contó en su momento, se encontraba conduciendo con su coche por High Street Kensington, cuando desde lejos vio como el semáforo ámbar le obligaba a aminorar la velocidad para terminar por detenerse completamente delante del mismo una vez éste había cambiado a rojo. Y comprobó cómo a derecha e izquierda todos hacían lo mismo. Todo el mundo asociaba el amarillo a precaución, mientras que otorgaba al rojo un valor más estricto. Y además, en cualquier parte del globo había semáforos. Así que ya tenía una propuesta fácil de identificar por todos.
Al llegar a casa le comentó su idea a su familia. La asociación entre los colores y su significado era clara para todos, pero el problema pasaba por encontrar una forma de hacerlo visible. Y mientras contaba esto, su mujer, una aficionada a las manualidades, cogió unas tijeras y recorto dos pequeños trozos de cartulina que cabían perfectamente en un bolsillo.
La idea fue propuesta al Comité de Arbitraje al que pertenecía y puesta en práctica de forma definitiva en el siguiente mundial de México. El dudoso honor de ser el primer jugador amonestado le correspondió al soviético Kakhi Asiatini, que fue apercibido en el partido inaugural. Para ver al primer expulsado hubo que esperar hasta el siguiente Mundial, y fue mostrada por el árbitro turco Dogan Babacan al jugador chileno Carlos Caszely. Un momento en el que las tarjetas se mostraron más que útiles, porque hubiera sido difícil que un turco le explicara a un hispanohablante que estaba siendo expulsado del partido.
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